viernes, 10 de septiembre de 2010

Rangiroa

Continuamos en el Archipiélago de las Tuamotu. En el momento en que nos diseñamos el pase Sociedad-Tuamotu llevamos los vuelos bastante amarrados y las islas mejor repartidas, pero al comprarlo tuvimos que hacer un cambio en las Tuamotu que nos descompensó un poco el número de días en cada isla. De esta manera pasamos de los largos seis días en Fakarava a los justitos dos días en Rangiroa, que supieron a poco...
Así, el dos de agosto (para situarles temporalmente) nos despedimos de Norbert y Jaqueline, nuestros anfitriones en Fakarava. Un vuelo de apenas 25 minutos por encima de varios atolones y muchas nubes nos llevó a Rangiroa, la isla más grande de las Tuamotu. De hecho es uno de los mayores atolones del planeta; con una laguna de 1640 km cuadrados de superficie, más grande que la isla de Gran Canaria...claro que de tierra emergida no llega a 80 km cuadrados, de los cuáles la mayoría son motus deshabitados...
























Bienvenidos a Rangiroa

Estamos también en la isla más poblada del archipiélago, aunque 3000 habitantes tampoco son muchos: Avatoru es la capital, en un extremo de un conjunto de motus conectados de unos 8 km de largo y menos de 500 m de ancho; en medio está el aeropuerto, con una terminal algo más moderna que la de Fakarava, y al otro extremo se encuentra el Tiputa Pass. Cruzando el paso está la otra población de la isla, Tiputa. Nosotros no llegamos a cruzar. Nuestra pensión estaba en la orilla del paso que da al aeropuerto...























Ésto nos situaba en un lugar muy estratégico, justo al lado del lugar más popular de todas las Tuamotu, y por tanto del planeta,  para bucear...en efecto el Tiputa Pass es mundialmente famoso por su increible cantidad de peces...
Como llegamos por la tarde, no dio tiempo para bañarnos, pero si de ir a ver el paso. Parece ser que con mucha frecuencia vienen delfines entre las cuatro y cinco de la tarde a jugar con las olas. A las cuatro estuvimos allí clavados las dos tardes, pero la primera no vino ninguno, y la segunda sólo se dejó ver uno de refilón.

















Tiputa pass, sin delfines

Pero la gente viene a Rangiroa a bucear, y nosotros no íbamos a ser menos. Así que a la mañana siguiente estábamos plantificados en un centro de buceo cercano que nos habían recomendado (aquí hay varios):

















Dani se apuntó a un buceo en el borde del arrecife, con entrada aprovechando la corriente, parecido a Fakarava, aunque sin lanzamiento al gran azul. Mientras, a Marián la pasearon gratis por el paso, llevándola a un motu plagado de peces y luego a hacer la entrada del paso con gafas y tubo...si es que tiene don de gentes...Por el camino, también vimos los delfines.
La gente que bucea es de lo más variopinta. Conocimos un matrimonio de Los Ángeles de los que se gastan un potracón por estar sus escasos 10 días de vacaciones a todo trapo en un bungalow sobre el agua, y también a un profesor de secundaria de educación física, francés, que se ha venido con su mujer e hijo a dar clases durante cuatro años en las Marquesas...Charlando, charlando, a Dani lo acabaron liando para otro buceo por la tarde, un tanto circo, pero con su cosa de aventurilla. El buceo en cuestión consistía en irse a mar abierto, más lejos todavía que en Fakarava, y lanzarse en mitad de la nada. Desde la zodiak lanzan una jaulita con trozos de pescados; la idea, atraer tiburones para verlos a placer y de paso (allí está el circo) ver como el monitor jefe los manipula...Parece ser que hace años descubrieron que si a un tiburón se le toca en cierta zona del morro se relaja, casi rozando el desmayo, y se deja poner incluso boca arriba. Además les gusta, porque al cabo de un rato prefieren la mano que les toca el morro que la que les da comida, si se les deja elegir. De manera que ya tenemos a Dani a 15 metros de profundidad en medio del Pacífico y con él tiburones que rozan los dos metros, alguno aun más grande, apareciendo desde el abismo y dando vueltas alrededor del cebo...En efecto el monitor, después de un rato, se dedica a agarrar los bichos por la cola, y en efecto consigue revirarlos...se ve que lleva años haciéndolo sin problemas...Pero en un cierto momento se ve que a uno de los bichos no le hizo tanta gracia...un simple roce, y tenemos al monitor subiendo con calma pero sin pausa a la superficie...16 puntos en la mano, y es que después de todo un tiburón es un tiburón...
Bueno, no se asusten. En ningún momento los tiburones se vieron más nerviosos o hicieron ningún gesto agresivo. De hecho pasan al lado de uno con más respeto que curiosidad. Pasado el pequeño susto (la mitad de los buceadores casi no se dieron cuenta) continuamos con los otros monitores. Y hay que decir que nadar en el 'gran azul' en medio de una quincena de tiburones es toda una experiencia. Y que decir si al final oyes los chirridos de los delfines a tu alrededor...sabes que están cerca sin verlos.
Bueno, después de las emociones fuertes entra hambre. Igual que en Fakarava, estábamos de media pensión, con desayunos y cenas extremadamente abundantes. Pero eran las tres de la tarde y estábamos un poco cansados de pescado crudo, por muy bueno que esté...lo que apetecía era una hamburguesa pringosa. Y resulta que al lado del centro de buceo, con vistas al muellito y sus peces, teníamos por fin un 'snack' que las hacían...¿y qué tal unas papas fritas llenas de mayonesa...?























Esperando la hamburguesa...

A nuestro lado cientos de peces se pasean; no es un acuario, estamos en un paraíso marino...








































Después de comer un paseo por el lado de fuera, a ver si bajamos la comida antes de la cena...























Madrigueras de cangrejos

La luz de la tarde en la playa es espectacular, Dani se volvió loco sacando decenas de fotos iguales...



















































A un atardecer mágico siguió una noche de conjunción planetaria:















































5 mundos


El único problema que tuvimos fue que al llegar la noche, aun no teníamos mucha hambre...¿y que nos ponen de cena? Pues en vez de pescado, una bandeja de langostas...hicimos lo que pudimos, pero claro, no es lo mismo ...

Nuestra última mañana en Rangiroa la pasamos cerca de la pensión. No tuvimos tiempo para visitar la capital o cruzar al pueblo de Tiputa, pero sí para ver las operaciones de carga y descarga en el muelle a doscientos metros de nuestra pensión...

















para relajarnos junto al mar...






















Terracita de la pensión

pero sobre todo, para echarnos un último margullo en las transparentes aguas de Rangiroa...

















En la misma orilla acechan bichos como esta morena de grandes dimensiones; le tuvimos más respeto que el limpiador que pululaba por su cabeza y boca...

















Nos vamos con pena de Rangiroa...y más tarde de lo esperado: se pinchó la rueda del avión y hubo que esperar a que vinieran de Tahití la rueda de repuesto y los técnicos...cosas de la Polinesia...

















Arriba de la pila de equipajes está nuestra tienda, en su funda amarilla.

En el próximo capítulo nuestros intrépidos protagonistas viajarán al atolón vecino de Tikehau...se les van acabando los largos días a la sombra de los cocoteros, por lo que hay que aprovechar más si cabe...























Eoeo!!!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola chicos, ¿tenéis algún email para poder escribiros? Un saludo

marian y dani dijo...

En principio se nos puede escribir en los comentarios. Si es una consulta más concreta, nos puedes escribir a:

dvverde@yahoo.es


y tener paciencia, pq este correo no lo revisamos todos los días,...ni todas las semanas...